viernes, 26 de agosto de 2011

CARTA ABIERTA A LOS MÉDICOS (A TODOS, PERO ESPECIALMENTE A LOS QUE SABEN QUE VA PARA ELLOS)



Hace algunos años, escribí una columna con similar contenido al actual, en que criticaba la indignidad cuasi sistemática a que se ven sometidos quienes padecen de alguna enfermedad en este país y se ven obligados a pedir ayuda médica. El resultado personal en la oportunidad fue que un conocido médico local que tenía que informar la endoscopía que me practicó, rehusara hacerlo luego de que se publicara mi artículo, pese a que había cancelado ya su servicio y aún peor, pese a su responsabilidad ética.
Me encantaría decir que ese fue un hecho aislado y desafortunado, pero penosamente no es así. Desde entonces a la fecha me han hecho llegar infinidad de casos francamente aberrantes de maltrato, de trato prepotente, descalificador o abusivo; han sido testimonios de personas sencillas que tuvieron la mala fortuna de vivir la peor cara de nuestro sistema de salud y que, no teniendo a quien acudir para mitigar su impotencia, su justa ira, su frustración y su dolor, compartieron sus cuitas conmigo, esperando quizá desahogarse.
Escribo en verdad estas líneas por ellos, por los miles, millones tal vez, que no tienen voz para reclamar (¿a quién hacerlo además?) por sus derechos y por los atropellos que sufrieron a manos del semidiós que los atropelló. ¿Cuántos de nosotros nos atrevemos a reclamar ante una figura de autoridad tan importante como un médico?
No es fácil hacerlo, especialmente porque su autoridad emana de su conocimiento y capacidad para manipular la vida y al tratar con un paciente, el médico trata con alguien que se siente desvalido, usualmente asustado por una amenaza vital que muchas veces no comprende y que lo único que busca es alivio y apoyo. Ciertamente lo último que espera y quiere es que el médico lo use como pretexto para hacer ostentación de su poder, haciéndolo sentir estúpido, molesto o prescindible.
Hablamos a menudo de “cambios paradigmáticos”, de grandes reformas al sistema de salud, que produzcan el resultado que todos declaramos querer: Que la salud sea efectivamente un derecho de todos y de cada uno, y no solamente un privilegio odioso, reservado para quienes pueden pagar una atención decente. Pero en esa discusión se pierden, disipan, los elementos más importantes de cualquier cambio o reforma, esto es que, recursos más o recursos menos, una buena atención de salud pasa inescapablemente por las relaciones humanas, por la relación médico-paciente.
La calidad de esta relación (afortunadamente) no requiere la venia de Hacienda o de la Presidencia, ni tampoco del grosor de la billetera del enfermo: Depende INTEGRAMENTE de lo que el médico y el personal de apoyo estén dispuestos a entregarle al infeliz desvalido que llega buscando ayuda.
Simplemente como ser humano, que en algún momento llegaré nuevamente a requerir su mano experta, pero sobre todo, mano amiga y comprensiva, los invito e insto a que me miren, y conmigo a toda su “clientela”, como los seres humanos que somos y no solamente como un número de ficha en una cama anónima. Solamente requerimos la voluntad de hacerlo. Puedo asegurarles que UNA persona hace una enorme diferencia, así que no nos refugiemos en la idea del grano de arena para no cambiar.
Tratémonos como personas y todos nos enriqueceremos. Además, se requerirá menos dinero para los cambios que no dependen de la decisión/acción de tratarnos como seres que nos necesitamos mutuamente.
José Vera Giusti
Magallánico por elección

No hay comentarios:

Publicar un comentario